martes, 31 de enero de 2012

Infinitas disculpas y recopilación de mis cuentos cortos

Hoy me dispongo ya no a pedirle disculpas a mis lectores (mi mamá y mi papá) sino a mis "compañeros" (si así puedo llamar a un montón de desconocidos que escriben conmigo en este blog leído por la población asocial del mundo) pues comprendo el compromiso que tienen ellos al escribir en este blog, no diré mis quizá justificables escusas ni ninguna de esas estupideces pues conozco parcialmente la situación de mis demás compañeros y se que ellos son capaces de hacerse un tiempo entre sus estudios y demás variables de su vida para poder escribirles a ustedes, al contrario aceptaré toda la culpa y aunque sé que hoy no es jueves simplemente me dispongo a hacer esta noble carta de perdón pues una extraña vergüenza me a invadido hoy (no no es la pubertad, es algo más hacia la ética de mi compromiso con este blog). Ahora le pido tanto a mis lectores como a mis compañeros que imaginen que esta decepcionante y larga disculpa está acompañada de esas cursis vídeo-cartas de Gusanito.com

Volviendo a los importantes menesteres quiero regalarles de mi parte una pequeña recopilación de los varios cuentos cortos que he escrito en mis tiempos libres (mi vida en general).


Alguna vez escribí esto, no tiene nombre alguno pues no hace parte de ningún tipo de tarea que halla hecho.


Sin Nombre:


Los estruendosos pasos de los peatones retumbaban en su estresada cabeza. Esos pasos que golpeaban sobre lo hondos charcos de la acera. Era masiva la cantidad de personas que caminaban por esta, todos marchaban en lo que parecía una caótica coreografía, todos marchaban tan apresurados que parecía no importarles hundir sus pies en esos charcos que quizá por la mala construcción de la acera se asemejaban mas a pequeñas y profundas lagunas. El día comenzaba a despejarse, pues había llovido toda la mañana. Entre pitos de carros e insultos de algunos conductores la cabeza del pobre Mauricio parecía estar a punto de explotar, llevaba más de tres horas en aquel embotellamiento, estaba desesperado por llegar a su casa, pero aún así, se negaba a unirse a los demás conductores, que con medio cuerpo fuera del carro ocupaban su mano derecha en apretar el pito y su mano izquierda en acompañar a su voz en los afanados alegatos. Se preguntaba si aquellos conductores sabrían la razón de aquel embotellamiento, o si al igual que él no tenían ni la menor idea. Intentado conservar la calma jugó un rato con aquel fiel perro que

sentado sobre el radio del carro movía su cabeza en inexplicables direcciones. Mientras lo hacía no dejaba de retumbar en su cabeza el porqué de aquel embotellamiento, como un intento de averiguarlo prendió la radio pues creyó que la razón podría ser tan impactante como para ser noticia. Pero no fue así, solo escucho sobre Libia, la ley Lleras y la declaración de los Nule. Aún más frustrado pensó en llamar a su casa para avisar su inminente retraso, pero, como si el destino se hubiera confabulado contra el todos los teléfonos y celulares de su familia eran respondidos por la repugnante y pasiva voz del buzón de mensajes. Pensó que lo único que podía empeorar su día era que lloviera de nuevo, mientras por su cabeza pasaban las frases de su madre “únicamente llueve cuando los tontos la invocan deseando que jamás llegue” las oscuras nubes se agruparon con el siniestro deseo de torturar la pobre mente de Mauricio. Pronto, las gotas volvieron a llenar de agua los charcos que los pasos de peatones habían vaciado. Mauricio observó como todos los iracundos conductores entraban de nuevo por la ventana a sus respectivos carros, pensó en esto como un alivio creyendo que la lluvia haría cesar el estruendo causado por los demás conductores, pero su suposición estaba totalmente errónea, pues aunque la lluvia había obligado a todos a entrar a sus carros y dejar de gritar, estos habían compensado ese silencio con aún mas pitidos que antes, incluso algunos comenzaron a jugar con el sonido y componer pequeñas melodías con el estresante ruido que emanaba de sus carros. Para ese momento Mauricio no sabía en qué pensar, lo estresaba el hecho de estar encerrado en aquella batalla de sonidos, pero aún mas lo destrozaba el hecho de tener que faltar al primer cumpleaños de Paula, su hija menor. De solo pensar en defraudar a su hija lo hacía recordar todas las veces que había defraudado a sus otros dos hijos. Poco a poco su frustración actual abría la ya cicatrizada herida de la decepción de sus hijos, esta lo motivó a lo inimaginable, con miedo a que esta fuera a abrirse totalmente reaccionó rápido, tomo el volante con la seguridad que un asesino toma su puñal y con la fuerza que pudo apretó el acelerador. El golpe del carro al subir la acera hizo que el perro sentado en la radio callera al suelo. Escucho gritos de algunos peatones que alcanzaron a esquivar su carro, de los otros solo sintió su figura mientras los aplastaba con este. Escucho la sirena de una patrulla policíaca que acelero para perseguirlo, pero antes de resignarse a acelerar e intentar perderle, observo con curiosidad casi infantil la razón del embotellamiento que lo había atrapado durante tanto tiempo, vio un camión y un bus escolar volcados en medio de la vía, cerca de estos, tres ambulancias y más o menos ocho paramédicos que secaban en camillas con bolsas negras a todos los cadáveres que había dejado el triste accidente, ver aquella escena borro toda la desesperación que lo había motivado a atropellar a las personas de atrás, ver aquella escena, lo hizo recapacitar en poco tiempo, ver aquella escena lo hizo apretar el freno mientras afrontaba el destino que el mismo se había impuesto.


Este segundo texto lo escribí un día asfixiado por las banalidades del mundo y encontré por fin la salida en el mundo netamente pasional.

Carta de un moribundo Enamorado

Le dedico este ultimo suspiro, a la unica persona que enverdad me escucho. Ella que mientras dejaba caer sus ropas con encajes escarlata, me preguntaba las cosas que ninguna otra persona jamas me pregunto. De pensar que alguien como ella tuviera mucho mas respeto por mí que el que mi madre o padre alguna vez tuvieron me hace sentir despreciado, pero a la véz eso me hace amarla aún más.
Hermoso cabello ondulado que caía por su espalda, del color negro que toma el carbon mientras aviva la llama de una calida chimenea. Esos labios, que de solo verlos hablar te hacen imaginar hasta la mas pervertida fantasia, con esa gruesa capa de labial rojo que silenciosamente te insita al plaser y cuando menos te das cuenta ya te encuentras entre sus brazos. María era su nombre, más hermosa que todas las mujeres de esta triste ciudad, y claramente mucho más apasionada.
Me hervia la sangre cada vez que me pedian que esperara para verla, poco a poco ver como uno tras otro los hombres que habian llegado antes que yó entraban y salian del cuarto en donde se encontraba María. El cuarto no era la gran cosa, solo constaba de un enorme sofa con borlas y arabescos en sus brazos y una cama pequeña con tendidos de color escarlata, todo el lugar era iluminado por dos grandes luces color salmon que daban un tono romantico al lugar.
Cada vez que estaba con ella todos mis problemas desaparecian, cada remordimiento por mi odiada madre y exigente padre desaparencian meintras con mis temblorosas manos, desabrochaba el sosten rojo que María siempre traía puesto. Cuando ella me hablaba seductoramente cada insulto y golpe que mi padre me habia propinado ese día se desbanecían poco a poco. ¿Quien diría que aquel angelical ser vestido de demonio rojiso, el que siempre me alejo de los sufrimientos, me causaría este que me tiene acostado en esta triste cama de hospital?
Recuerdo bien discutir con este barbudo hombre vestido con esmoquin blanco, el que según María era su carcelero. Le ordene que le permitira ir, y este con furia lejo a las dos mujeres que sentadas sobre sus piernas lo acariciaban. Primero me pidio qu me retirara y dejara de decir estupideces, y al ver que yo, no tenia ni el menor deseo de retirarme de ahí, del bolsillo interno de su esmoquin saco una delgada pistola y apunto justo a mi pecho, no dudó ni medio segundo en el acto que seguiria acontinuacíon, y el enzordecedor sonido de la muerte toco a mi puerta, menos mal no le permití entrar.

Y Bueno como mi ultima ofrenda de paz me dispongo a entregarles mi recomendado:



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